Erguido en la proa del barco, Tarik el Tuerto oteaba el horizonte. Había duda en sus ojos. A su lado, Gabriel reclamó -¡Hazlo! El omeya miró al arcángel, volvió la vista a la costa visigoda y exclamó -¡Sea! El viento, entonces, sopló con fuerza, empujando el devenir de la historia.
Canasta de letras bitácora
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