Al atardecer el ataúd se elevó y quedó suspendido en el aire, los dolientes mudos, blancos como cadáveres. La más anciana y señora del difunto levantó su dedo índice hacia el cajón y dijo de manera cortante. “Eusebio, ya no soportaré una sola broma más". Lentamente el ataúd se apoyó en el suelo sin hacer ningún ruido.
Microrrelato leído en el "Córdoba breve - Prmer Encuentro de microrrelatistas"
No hay comentarios:
Publicar un comentario