Tajante fue el grito del búho en la noche silenciosa, serenando el vuelo sobre la rama del viejo algarrobo. -Mal presagio –dijo la vieja de manos temblorosas, mientras le inyectaban un líquido espeso en las venas. Anhelante la muerte susurraba al oído:
—Ríndete, he ganado esta partida. Vienes conmigo.
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