Fue de repente. El
día se hizo noche. Un choque intempestivo, un estruendo y un llanto sin piedad
ni pausas. Un llanto copioso y tibio. Los regadíos reverdecieron y las manadas
moribundas resucitaron. El pueblo entero festejó durante días, el milagro que tanto
habían implorado a la Diosa de Tassilí.
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